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COMO NIÑOS...

  • IEBC
  • 1 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

POR MERCEDES ROBALDO


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Observo a las niñas y niños del Estudio Bíblico de nuestra comunidad, escucho sus respuestas, veo sus caritas atentas, sus expectativas, su asombro. Percibo la naturalidad con la que reciben las historias de las escrituras con todos sus sentidos, las palabras de Jesús y demás hechos que acontecen, por más “incomprensibles” que puedan parecerles. Pienso en la alegría inmensa de Jesús cuando veía que los más pequeños recibían con tanta pasión y simpleza el mensaje del Reino de Dios. Así fue que en una ocasión Jesús alabó al Padre, transformando toda esa alegría en una oración de agradecimiento por la grandeza del amor de Dios y su voluntad de revelarse a los más simples.


En Mateo 11: 25 y 26 se lee: “En aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido”.

La oración de este pasaje hace que rememore a los pequeños participantes del Estudio Bíblico y, por otra parte, permite hacerme algunas preguntas a modo de reflexión personal: ¿Qué imagen del Padre revela en su oración? ¿Cuál es el motivo que impulsa a Jesús a dar gracias al Padre? ¿Qué imagen tengo yo del Padre? ¿Cómo alabo al Padre y qué me impulsa a hacerlo?

En cuanto a Jesús, advierto que la imagen que Él tiene del Padre es de un Dios de amor libre y gratuito que, en su voluntad, prefirió revelar sus misterios a los más pequeños, y su alabanza está motivada en esa contemplación. Me doy cuenta de que mi imagen de Dios y mis motivaciones están muy ceñidas a mis preocupaciones y necesidades, a mi propio sentido común, por lo que doy escaso lugar al otro mundo que me rodea. No exploro ni me dejo maravillar, no estoy actuando como lo haría un niño, que no cuestiona para llegar a la verdad, y que mientras va descubriendo lo que busca, durante ese camino, se encuentra al mismo tiempo con la realidad que lo acontece, que se le revela delante de sus ojos y entonces mira, toca, pregunta, cree, para ir armando una idea o un pensamiento novedoso y genuino.

Hago el ejercicio y quedo paralizada, una sensación de vértigo me invade porque estoy saliendo de los conceptos que tuve tanto tiempo, y voy entrando en ese mundo que ahora se me revela a mí.

Retomo la lectura y encuentro que en el evangelio de Mateo, el término “pequeños” a veces refiere a los niños y, otras veces, a sectores excluidos de la sociedad. Lo que sí está claro es que la exclusión reinaba en esa época, y aquellas comunidades primitivas veían en la persona de Jesús especial ternura hacia los más pequeños. En el evangelio que describe la Misión de Jesús, podemos ver que aparecen en su camino incomprensiones y resistencias que Él deberá afrontar. Juan el Bautista no lo comprende cuando manda a preguntar si Él es el Cristo o deben esperar a otro. El pueblo que seguía a Jesús solo por los milagros, tampoco lo entendía. Los doctores y maestros de la ley no se abrían a su mensaje. La resistencia contra Jesús lleva a los fariseos a intentar matarlo. Ni siquiera los parientes eran capaces de entenderlo. Solo los pequeños entendían y aceptaban sin reservas las buenas nuevas del Reino. Hoy, como en aquel tiempo, Jesús está enseñando muchas cosas a los más pequeños. Bien tendrían los sabios y los maestros que anhelar ser como ellos, esos granos de mostaza que cuando sean grandes árboles, permitirán anidar en ellos a muchas aves. Ellos son la sal y la luz de la tierra, y de ellos también el Reino de los cielos. El salmo 131 nos ayuda a visualizar la niñez espiritual:

Señor mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño recién destetado reposa en ti mi alma. Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre. Vuelvo a esos niños y niñas del Estudio Bíblico que me trajeron hasta acá, oro dando gracias a Dios por su Palabra en los evangelios, y por este salmo que nos revela su rostro femenino lleno de aceptación y ternura. Gracias, Señor, por ofrecernos la posibilidad de recuperar nuestra niñez, tan esencial para disfrutar la fe con todos nuestros sentidos, y así recorrer y descubrir un camino fresco cada día.

 
 
 

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