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JESÚS, UNA PUERTA A LA PLENITUD

  • IEBC
  • 3 dic 2022
  • 4 Min. de lectura

POR CARMEN UMPIÉRREZ

Algunos definen la vida plena como una vida equilibrada, donde tienes control de tus emociones sin importar las circunstancias. Otros afirman que la plenitud es personal e implica niveles de madurez y autodominio que se reflejan en un aprecio por la vida, que nos hace amarla por encima de cualquier obstáculo o situaciones difíciles.

Me pregunto qué pasa cuando alguna circunstancia produce en mí un desequilibrio. Reconozco que no siempre puedo controlar mis emociones, qué pasa entonces cuando tengo miedo, cuando estoy triste, cuando me enojo. No siempre es posible tener ese control.

¿Es posible que no me importen las circunstancias? ¿Es posible que no me importe el entorno? Definitivamente no, el entorno me influye, las personas somos seres sociales que vivimos en comunidad, por lo tanto, la plenitud no solo es personal, sino también colectiva.

Ahora bien, considero que la plenitud permanente es utópica. Pueden ser momentos, situaciones, circunstancias, pero no creo que haya alguna persona que pueda hablar de un estado de plenitud perdurable en el tiempo. En la vida tenemos situaciones no fáciles, en las que muy pocas veces tenemos el control y el autodominio y, ante esto, lo esencial es no apartarnos de la compañía, amor y sostén de Dios y de la comunidad de fe.

Jesús, en el pasaje de Juan 10:7 dice que “Él es la puerta, si entramos encontraremos pastos”. No es una orden, es una invitación, nos da a elegir, nos ofrece sustento, salvación, protección y su compañía. En unos versículos anteriores dice que nos conoce y esto es un alivio para nuestra vida. Nos conoce, no tenemos que simular, ni tenemos que caretear, podemos escondernos ante otros y otras, pero no ante Él.


En momentos difíciles no tengo que explicar ni tratar de excusarme, me conoce. Jesús venía de hacer milagros, de sanar a un ciego de nacimiento donde los conocedores y “justos” desconfiaban del milagro, se preguntaban con qué autoridad sanaba, investigaban en nombre de quién hacía los milagros, hasta que el ciego les dice: “Bueno, no sé tanto, sé que no veía y ahora veo”. (Juan 9,30).

Esa es mi respuesta, no sé todo, no conozco ni tengo todo bajo control, solo sé que Jesús me invita a entrar y me ofrece una vida abundante, lo cual no significa una vida sin problemas, sino que me propone una vida en su compañía.

En una encuesta internacional sobre qué se entiende por vida plena, el 32% afirmaron que la familia es un elemento clave para vivir en plenitud. No me parece una definición correcta, hay familias que no tienen plenitud de vida para sus miembros. ¿Qué pasa con las familias que en estos tiempos han perdido seres queridos, han migrado y se han separado o viven en violencia?


El 41% escogió la salud como vida plena, pero desde hace dos años tenemos una pandemia que ha arrasado a nivel mundial, con consecuencias para la salud que todavía no se pueden determinar.


Otras respuestas fueron que la vida plena es tener dinero y tiempo. En un mundo donde se habla que 120 millones de personas cayeron en la pobreza, solamente el año pasado, tampoco parece una definición adecuada; y si nos referimos al exceso de trabajo y actividades en las que estamos inmersos, que nos restan tiempo para nuestro bienestar, tampoco reflejan una plenitud.

Volvamos al pasaje de Juan 10:

7 Por eso volvió a decirles: «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. 9 Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo.[a] Se moverá con entera libertad,[b] y hallará pastos. 10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. 11 »Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. (NVI).

Jesús nos habla de vida en abundancia, una abundancia que aún se hace presente en la escasez y en la dificultad. Nos recuerda que nos conoce, sabe nuestros nombres, nuestras vidas, las luchas, las derrotas que tenemos, las necesidades, los dolores, y es ahí donde se pone adelante. Se coloca al frente porque nos guía, porque es el camino, es quien puede conducirnos. Él es la puerta, es la entrada a una vida abundante, a una vida que puede vivirse en comunidad, con un otro y otra que va a nuestro lado, donde podemos apoyarnos, sostenernos, alentarnos. Esta versión dice que se moverá con entera libertad y hallará pastos. Declara que ha venido para que tengamos vida en abundancia. Una abundancia que abarca nuestras relaciones, nuestras expectativas, sueños, entornos, donde podamos encontrar alimento y descanso.

La invitación para vivir en abundancia sigue estando abierta:

  • Una vida abundante de relaciones.

  • Una vida con esa paz que sobrepasa el entendimiento.

  • Una vida apoyada en la confianza de que me conoce y me cuida.

  • Una vida en comunión con Él, con mis hermanas y hermanos.

La puerta nos sigue llamando y esperando. Entremos, comamos y descansemos, ya que Jesús sigue estando dispuesto a cuidarnos y guiarnos.

 
 
 

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