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LA JUSTICIA DE DIOS

  • IEBC
  • 3 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

POR ANA MANSILLA

Los medios tecnológicos y la diversidad mediática nos muestran diferentes tipos de hechos que ocurren en nuestra cotidianidad: asaltos, hurtos, secuestros, asesinatos, etc. También nos revelan la ineficiencia de la justicia y la necesidad de la acción por mano propia, para poder encontrar ese alivio al dolor y esa sensación de equidad. Asimismo, en el día a día, nosotros también dialogamos sobre la justicia, considerándola como ese medio que esperamos que exponga la verdad.

Históricamente, el concepto de justicia ha sido difícil de definir, ya que las diversas percepciones de lo justo impiden unificar un mismo criterio. Además, la modalidad de llevar a cabo la justicia ha ido modificándose para “dar a cada uno lo que corresponde”.

Hoy en día, se espera la intervención de una persona idónea que, al escuchar los hechos, basados en pruebas y relatos, pueda sentenciar con lo justo. Este ser, que es persona, que es humano, que se encontraría en condiciones de poder juzgar con equidad basada en la verdad, puede enfrentarse con sesgos criminalizantes, dimensiones emocionales, experiencias propias, etc., que podrían alterar, distorsionar o redireccionar una decisión.

Una justicia tan contaminada conlleva al descreimiento de lo que se considera justo, y perjudica los debidos procesos de cada situación. Aun de forma justificada, cuando la justicia actúa sin la debida diligencia, sin la debida intervención y hasta con desaciertos, genera esa frustración a la confianza atribuida.


Esto mismo puede sucedernos en situaciones donde al actuar con bondad, confianza y libertad, esperamos que la otra persona se dirija a nosotros de la misma manera, sin embargo, puede ocurrir lo contrario, que la retribución recibida sea con actos de iniquidad. Este tipo de acciones echan por tierra todos nuestros esfuerzos, generan impotencia y desesperanza y, en algunas ocasiones, nos animan a cambiar de actitud. Por eso, la búsqueda de Dios en momentos de desánimo es un recurso de fe que nos invita a esperar en Él, a que solo Él hará que lo justo ocurra y se haga visible.

1 Pedro 3,14 nos alienta: “Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois (…)”. En diversos pasajes bíblicos, Dios nos ha mostrado el ejercicio de sus decisiones y su arrepentimiento. Esto lleva a preguntarme: ¿Qué tipo de actos espera Dios que practiquemos cuando nos exhorta a seguir la justicia? ¿Una justicia similar a la de Él? ¿Una justicia según perspectiva actual (teniendo presente lo antes expuesto)? ¿Una justicia basada en el silencio y la espera? ¿Una justicia basada en la templanza?

Pienso que confiar en su guía como fuente de paz en aquellos momentos que nos sentimos afectados por una injusticia, nos podría servir para dilucidar su Voluntad.

Si le hiciéramos la pregunta a Jesús: Señor, ¿qué es la justicia para vos?

¿Qué nos respondería? ¿Nos respondería hablándonos, tal vez, del Dios de recompensa que bendice a quienes esperan en Él? Quizá, sin embargo, esta respuesta que podemos leerla cada día en su Palabra, a veces no es suficiente.

En Romanos 3,21-22 nos encontramos con la siguiente declaración: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia (…)”.

Si allí está la respuesta a todas estas dudas que surgen en esta realidad, ¡qué sencillo sería seguir en este mundo, pese a cargar con preocupaciones, dolores y sensación de insatisfacción! ¿Será que este Dios nos anima a la justicia a través del perdón? ¿A través de la confrontación? ¿A través del silencio?

Entender a Dios a través de la perspectiva de Jesús, creo que es una invitación a actuar en cualquier situación con misericordia y sabiduría.

Lejos de querer imponer una mirada, propongo que podamos pensar en todas estas preguntas planteadas, reflexionar sobre qué tipo de justicia quiere Dios que pongamos en práctica en estos tiempos, cuestionarnos si son suficientes los juicios de este mundo y si el concepto de justicia divina nos es un aliciente en momentos de dolor.

 
 
 

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