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¿EL COVID-19 NOS TRAJO HOMESCHOOLING?

  • IEBC
  • 1 dic 2022
  • 4 Min. de lectura

POR CAROLINA GARCÍA


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Hoy en día podemos plantearnos muchas preguntas sobre lo que está pasando con las escuelas, lo que podría suceder una vez que termine la cuarentena y cómo podrían asumirse los aprendizajes y quiebres que trajeron las medidas de confinamiento. Sin embargo, no sólo es aventurado, sino en términos prácticos, pareciera irrelevante para este momento de contingencia. Las preguntas y respuestas relevantes serían, al parecer, las que necesitamos para hacerle frente al nuevo cotidiano.


En el conjunto de cambios que trajo consigo la cuarentena por el nuevo coronavirus, tenemos la suspensión de la escolarización en el formato tradicional. Ahora las niñas y los niños están en casa; las madres y los padres asumen más responsabilidades que antes, y dependiendo del país, si la educación es pública o privada, las escuelas comenzaron a asumir nuevas dinámicas a las que tenían antes de la cuarentena. Ya sea que se enseñen los principales contenidos a través de programas de televisión; se organicen clases sincrónicas con interacción a través de aplicaciones o se encarguen tareas a los niños, las escuelas se mueven a marcha forzada para no interrumpir la organización de contenidos a través del tiempo con la que se caracteriza, junto con otras cosas, por ser una institución que da estructura.


Por otra parte, desde hace ya varias décadas, para muchas familias existe la opción de educar fuera del formato escolar. Los padres se organizan de tal manera que no llevan a sus hijas e hijos a la escuela y les enseñan en casa, ya sea para cumplir con los requisitos de reconocimiento de las autoridades escolares del respectivo país, como para satisfacer las expectativas particulares de los padres sobre la forma y los medios para educar. El homeschooling llegó para quedarse, dicen. La situación educativa actual con la cuarentena, en la que las niñas y los niños se quedan en casa, fuera de la escuela, no es homeschooling (HS) Traigo acá la invitación a pensar sobre dos cosas: el tiempo y la intencionalidad en la educación. Al momento que distinguimos tanto la importancia de uno como del otro, no sólo nos desmarcamos de la carga que trae la idea romántica detrás del HS, sino que podemos asumir flexibilidad para los procesos que vivimos durante esta contingencia.

Propongo entonces, distinguir que la educación en confinamiento no es HS por dos motivos principales. Primero, porque la intencionalidad de educar toma diferentes formas. En el HS los padres deciden con libertad y conciencia retirar a sus hijas e hijos de lo escolar y educar en casa. Esto implica que, conforme a los recursos y capacidades de cada familia y sus miembros, se proponen metas concretas en lo educativo, haciendo uso de espacios y grupos donde también los niños complementen su educación. Para ello, toda la dinámica familiar se adapta. En muchos casos las madres no trabajan de manera remunerada; en otros, la modalidad del negocio familiar permite la continua cercanía entre padres e hijos y, en general, se hace frente al cotidiano queriendo plenamente asumir una educación fuera de lo escolar. En cambio, la educación en confinamiento es una sorpresa. Comenzó de repente, una dinámica desconocida, llena de incertidumbre. De un momento a otro, nos dieron fechas nuevas de un calendario casi inamovible, de una agenda diaria cuyos minutos se atesoran. Ni maestros, padres ni administradores de la educación teníamos previsto algo similar. Por tanto, no hubo nunca una decisión consciente, libre de coacción para los padres de asumir la nueva modalidad y, por efecto, un nuevo rol.


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La educación en confinamiento no es HS porque es una contingencia y es temporal. Si ya vimos que la decisión de que las niñas y los niños permanezcan en casa no es plenamente nuestra iniciativa, sino una decisión que se da como respuesta a un fenómeno colectivo, tenemos, de manera paralela, el hecho de que la cuarentena es una situación temporal, de contingencia. Por más ágiles y espectaculares que sean los malabares, tanto de las escuelas como de los padres de familia para sostener el proceso de enseñanza, los tiempos de lo escolar están en suspenso. La educación en confinamiento es un gran paréntesis, no un nuevo estado que llega para quedarse. Aunque podamos poner en cuestión cómo será el “regreso”, de qué forma y si será gradual, nada modifica la situación de acciones de emergencia ante una amenaza sanitaria como la del coronavirus nuevo. Tarde que temprano, la institución escolar va a hacer valer uno de los elementos que la hacen tan estructurante: la forma de administrar los tiempos. El calendario escolar regresará, los horarios de los chicos regresarán. Aquí no hay homeschooling en el que la dinámica familiar define por sí misma un calendario y la agenda diaria, sino una contingencia que va a terminar.


A menos que los padres asuman la decisión de educar en casa, sin escuela, y opten por hacer permanecer a sus hijas e hijos en casa, más allá de que termine la cuarentena, entonces sí, podremos decir que el coronavirus nos trajo más niños que practican HS. Pero, mientras tanto, no podemos perder fuerza en cumplir las expectativas del HS ni de nadie, sino de lo que apremia la circunstancia. La atención y prioridad de esta etapa está sobre la salud y no sólo referida a evitar el contagio por el coronavirus, sino también a desplegar todos los cuidados necesarios para conservar la vida, incluyendo la salud mental. Optemos por cuidarnos y cuidar a los nuestros en este tiempo, que seguramente va a terminar. Ya después, la escolarización podrá retomar su inercia. Relajemos las expectativas, aprendamos juntos.

 
 
 

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