CUANDO CRISTO VINO A MI... CELULAR
- IEBC
- 16 nov 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 21 nov 2022
POR LORENA JUÁREZ
Al poco tiempo de llegar a la iglesia evangélica, empecé a escuchar esa frase una y otra vez. Yo era una niña aún y la escuchaba en las canciones, en las prédicas, en los testimonios. Fue en un campamento en City Bell donde esa frase me confrontó y tuve que decidir: -¿Quién quiere recibir a Jesús en su corazón?- dijeron y entendí que era una oferta que no podía perderme.

Luego de aquel campamento, que Jesús entrara o no en mi corazón fue determinante para que no me permitieran ir por varios años a la iglesia. Volví como a los 12 nuevamente y desde entonces la iglesia fue el ambiente social que más frecuentaba, fuera de mi familia y la escuela, y aquello que escuchaba en esos espacios, era los que iban forjando mis opciones de vida, mis aprendizajes y mis valores. En los años de mi juventud, se sumaron el profesorado, el trabajo y nuevos grupos sociales que también fueron espacios que me siguieron formando y hablando al corazón. Pero en mi adultez, aun estando la iglesia, con dos trabajos, la casa, la facultad, la familia... donde más estoy, donde más acudo, de donde más aprendo y forjo mis valores, es en mi celular. Nos encontramos dentro de una nueva era, eso no podemos negarlo, donde la información y la comunicación desde las tecnologías son las que dominan en nuestra sociedad. La digitalización de casi todas las áreas de servicio, como la virtualidad en las interrelaciones, nos llevan a depender necesariamente de los diferentes dispositivos.
Ahora, ¿qué hacemos (qué hago) para que aquellas cosas que valoramos en la vida y a las que no debemos renunciar, sigan siendo las que nos nutran y alimenten? Muchas veces se escuchan algunas expresiones de temor, incluso de enojo, respecto a la tecnología y a las nuevas formas de vivir con ellas, tal vez porque aún estamos en proceso de adaptarnos y mirar con otros lentes lo que hoy somos como sociedad. Esto ya no es tema de jóvenes, todos somos transeúntes digitales y algo hay que hacer con eso. Se dice bastante por estos tiempos que la tecnología obstaculiza la comunicación entre los miembros de la familia, lo que me lleva a pensar en esa otra persona con la cual tengo un vínculo y que recibí en mi corazón a los 8 años, Jesús. ¿Será que el uso de la tecnología también compromete mi comunicación con Él? La idea de tener a Cristo en mi corazón desde pequeña fue un compromiso para mí, pero lo que no supe en ese entonces es que en realidad se trataría de un proceso del que claramente debíamos hacernos cargo los dos. Tardé un tiempo en comprender que no cargo a Jesús en mi corazón como un chip instalado, sino que se trata de un vínculo de amor que vamos alimentando y retroalimentando día a día. Me pregunto entonces, si el tiempo que estoy en línea (online) con mi celular, alimenta mi relación con Él. Lo que consumo en internet, las personas que “sigo” en las redes, los comentarios que sumo a una publicación, las noticias que leo e incluso los juegos que descargo, ¿alimentan mi relación con Cristo? ¿Están en sintonía con mis valores cristianos? Creo que es válido pensar, al menos por unos minutos, si no hemos hecho una disociación de una vida virtual y otra “real”, con la confianza de que en lo virtual no hay que poner el cuerpo necesariamente y que junto con un posible anonimato, nos desinhibimos provocando que el compromiso de cada uno respecto a nuestros dichos, cambie de forma radical.
Lamentablemente, muchas personas encuentran en la conectividad un espacio para socializar una supuesta dicha, bienestar y éxito, mostrando al mundo solo una fachada que esconde lo que realmente son, seres humanos. Lo que vemos en el celular, la computadora y otros tantos dispositivos conectados a internet (incluyo al TV) tendrá un impacto claro en nuestra vida, en el lenguaje, en los valores, en las decisiones que tomemos o no, e incluso en lo que vamos a opinar de tal o cual tema.
Como cristianos y cristianas, tenemos una responsabilidad muy grande al ¨tener un celular” en nuestras manos. Dicha responsabilidad no solo es hacia nuestra persona y sociedad, sino también en nuestra relación de amor de Cristo. Posiblemente, al menos así siento que me lo pide cada día: ¿Eso que ves, escuchas y dices desde tu celular te hacen bien a vos y los demás? ¿Alimentan tu fe y valores?
No hay que temer a la tecnología, más bien usémosla para crecer en Su gracia, siendo testimonio de Su amor y libertad.
Pido en mi oración que su amor siga creciendo más y más todavía, y que Dios les dé sabiduría y entendimiento, para que sepan escoger siempre lo mejor. Así podrán vivir una vida limpia, y avanzar sin tropiezos hasta el día en que Cristo vuelva Filipenses 1:9-10
Comentarios