LA INJUSTA JUSTICIA
- IEBC
- 1 dic 2022
- 3 Min. de lectura
POR CARMEN UMPIÉRREZ

Los primeros días de junio, exactamente el día 3, se conoce la decisión de un fiscal del sur de Argentina, quien realiza un cambio de carátula en una violación múltiple bajo el argumento de “desahogo sexual”. Esta denominación tan degradante es una falta de respeto, no solo a las mujeres, sino también a los varones.
En el principio, fuimos creados varón y mujer, a semejanza e imagen de Dios. Por lo tanto, pensar que un ser humano necesita desahogarse mediante semejante delito es desconocer nuestra esencia.
Los cuatro hombres adultos y los dos menores de edad implicados en este repudiable caso, hijos de empresarios de Chubut, no son una manada. Una manada es un grupo de animales que se agrupan para cazar, para alimentarse, para defenderse, para sobrevivir. El desahogo sexual es un mito que tiene que ver con la construcción de la masculinidad, donde se espera que el varón heterosexual esté siempre listo para copular, degradándolo así a lo primitivo, como si únicamente hubiera en él pensamientos o sentimientos relacionados con lo meramente sexual-genital. A su vez, esta lógica coloca a las mujeres en situación de ser un simple objeto o elemento inanimado.
Génesis no relata que Dios haya creado a la mujer con este propósito. Todo lo contrario, por años de patriarcado y de lectura inapropiada de la Biblia han hecho creer que el atributo de “ayuda idónea”, otorgado por Dios a Eva, sea el de una asistente, pero no es así. Cuando Dios encarga el señorío de la creación, lo hace a ambos, en el mismo nivel. No cabe duda alguna de que el patriarcado existe, pero ¿por qué resulta inadmisible que esto lo diga un fiscal?. Un fiscal es un funcionario público, conocedor de las leyes y representa los intereses de la comunidad, es quien debe investigar los delitos y ocuparse del resguardo de las víctimas. ¿Una mujer puede sentirse a resguardo con alguien que la cosifica de esta manera por el solo hecho de ser mujer? Indiscutiblemente, no.
¿Se puede esperar que busque la justicia cuando se parte de una premisa totalmente injusta: “Tu cuerpo está al servicio de quien necesite desahogarse”?
Esto es muy doloroso e indignante porque se publicó un 3 de junio, día del Ni Una Menos, en la quinta marcha. Llevamos 5 años en las calles, llorando; cada año se suman fotos de las mujeres y niñas muertas; y también de las desaparecidas, quienes son las que engrosan las redes de trata y el sistema prostituyente. En todo caso, somos las humanas quienes necesitarían el desahogo (otra vez la cosificación de la humana) Y aunque nos ahogamos de rabia, de impotencia, de dolor, seguimos marchando con un mensaje claro para quienes nos quieren seguir oprimiendo, y para las humanas de futuras generaciones, quienes tenemos la dignidad de ser creación de Dios, somos pares, estamos hechas a su imagen y semejanza.
Como mujer de fe, sigo a un Maestro que, en su paso por este mundo, estuvo rodeado de mujeres. Les hablaba, a pesar de que en ese tiempo no era bien visto que una mujer hablara en público con un hombre; las sanaba y las consolaba. Jesús devuelve a la humana a su categoría inicial, restituye lo que estaba dejado de lado por el sistema patriarcal.
La decisión de este fiscal me indigna, es una injusta justicia que el sistema busca imponer.
Hace poco leí en una marcha el cartel de una compañera: “Nunca más van a contar con mi silencio. Hasta que la injusticia se vuelva justa, hasta que nos escuchen, hasta que nos crean, voy a seguir gritando y reclamando que vean mi humanidad, mi semejanza, la imagen de Dios en mí”.
José Miguez Bonino afirma: “La paz es un proceso dinámico mediante el que se construye la justicia en el mundo en medio de las tensiones de la historia”.
El trabajar por la justicia implica tensiones y como mujer de fe me pregunto: ¿Qué haría Jesús en semejante situación? ¿Miraría para otro lado, guardaría silencio? ¿Pensaría que no es un tema que incumba al Reino? No lo creo.
Justamente el Reino es lo que reivindica el valor de las humanas. Jesús, quien siempre se ocupó de los vulnerados, estaría reclamando, debatiendo sobre la paridad y denunciando cómo el derecho cada vez está más torcido. Son momentos históricos, la sociedad debe ubicar a la Iglesia, cuerpo de Cristo, acompañando a los y las sin voz; al lado de quienes sufren violencia, junto a los y las invisibles, los descartados.
No guardemos silencio, no es justicia. Sumemos nuestro apoyo a las víctimas, seamos hombres y mujeres que trabajan por la paz, y trabajar por la paz es denunciar la injusticia.
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