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¿ME ATREVO A SER QUIEN SOY?

  • IEBC
  • 3 dic 2022
  • 2 Min. de lectura

POR MERCEDES ROBALDO

Los seres humanos tenemos una profunda necesidad de sentir, de conectarnos con la vida y con el otro. Sin embargo, parece que el rumbo de la cultura urbana en la cual vivimos toma un camino que nos aleja de tales virtudes. La forma de vida sobreexigente, hiperactiva, donde todo está planificado ultraracionalmente, donde estamos realizando una actividad pensando en la siguiente, donde todo tiene que ser importante y productivo, donde reina la apariencia y las imágenes que damos, donde todo es veloz, no nos permite el espacio de asombro, de atención y contemplación en el tiempo como cualidad que transcurre. Si paramos, vamos más despacio y logramos ir a contraritmo, sentimos que no está bien, que no es lo que se espera y entonces nos acompaña una constante angustia en nuestro vivir. Entramos en una tremenda crisis, queriendo romper el ego, queriendo dejar de ser parte de ese todo, preguntándonos: ¿yo soy éste ser que vive en ésta apariencia, en esta imagen, en este personaje que muestro a los demás o siento que hay potencias interiores que necesitan salir y dejar de vivir desde lo que parezco ser?


¿Abandonar Sodoma y Gomorra? ¿Salirse de la neurosis mental en la que vivimos será el camino?

Muchas veces observo esto en los más jóvenes, incluso en niños. Los veo o los escucho no queriendo entrar en ese tubo por el que salen los adultos que deberían ser, acorralados en un futuro que no desean. Pero es tan fuerte el modelo que está oculto detrás del resultado de lo que pensamos de este mundo que nos aterra cuando las cosas no son como deberían y creemos que no hay salvación posible. ¿A qué o quién nos aferramos cuando esto sucede? ¿Cómo es el mundo en el que queremos vivir? ¿Cómo nos rearmamos a partir de lo que quedó en la playa después de que bajó la marea?


Un camino es la honestidad. Seamos de verdad, primero con nosotros mismos, sin miedo a ser. Esto es un proceso, creo yo, de toda la vida. Siempre van a estar esos miedos, la soberbia, el egoísmo, el narcisismo, el deseo, la ausencia del momento, las ansiedades, pero podemos animarnos a desafiar el estado actual de las cosas, a dejar creencias exitistas y a tomar un camino consciente volviendo a las raíces que mueven nuestro actuar, no desde el miedo y demás sino a partir de encontrar respuestas a las preguntas de nuestro espíritu que sin duda busca un bien mayor. De manera que, nuestro tiempo de acción en este espacio-tiempo es limitado. Aprovechémoslo.

No creo que debamos aislarnos para salirnos de lo que no nos gusta de este mundo, sino que juntos podemos construir un espacio en el que sea posible vivir solo bajo la gran mirada de Dios que es la que nos permite ser quienes realmente somos.

 
 
 

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