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PORQUE NO ES LO MISMO JUNTO A ÉL

  • IEBC
  • 3 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

POR JIMENA GONZÁLEZ

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El otro día escuché unas palabras en el discurso de una persona de amor por Dios que quedaron dando vueltas en mi mente. Me quedé prendida en esa oración y empecé, como quien pudiera decir, a jugar con ella, a mirarla y querer penetrar, descubrir qué hay en ella: “No es lo mismo una vida vivida junto al Señor, que una vida vivida lejos de Él, sin ser su compañero, sin conocerlo”.

¿Qué habrá querido decir esta persona? —pensé. La respuesta podría ser muy obvia para un creyente: ¡Claro que no es lo mismo! Y me dije: —Sé que no es lo mismo. Pero ¿por qué no es lo mismo?, ¿qué es lo que lo hace diferente?, ¿en dónde es que habita esa diferencia?, ¿qué es lo que encuentro en mi vida como respuesta?

Desde muy chica crecí viendo como mis padres expresaban sus actos de amor a Dios. Conocí su nombre, Jesús, su historia de amor por nosotros, su preferencia por los más necesitados (en todo sentido). Él nos enseñó la humildad, el compartir, la compasión, el pensar y el discernir; también nos dio la gracia, la misericordia, la disculpa, el arrepentimiento y la esperanza de la Vida que vence a la muerte. Y para los que queremos caminar junto a Él y hasta ser su amigo, nos dejó su Espíritu Santo y la historia del derrame de la gracia en las Escrituras, en los hermanos y en nosotros mismos como testimonios.

Quizás encontrar la respuesta a la pregunta ¿por qué no es lo mismo una vida con Dios, que una vida sin Dios?, sea el real motivo de la evangelización. Pero yo no soy teóloga para poder dar una respuesta de esa altura. Pero sí me resuena una canción, y que intenta expresar algo así como una respuesta. La canción a la que me refiero es el Salmo 33, que dice:

Prueben qué bueno es el Señor,

hagan la prueba y véanlo,

dichoso aquel que busca en Él refugio.

Esa es la gran respuesta que descubro. Hace ya 42 años que canto esta canción, mejor dicho, la practico. Sin embargo, desear ser amiga de Jesús, digna hija del Padre, y buena hermana del prójimo, no me ha garantizado una vida sin sufrimiento ni frustraciones. He tenido que esforzarme, y mucho, para edificarme como persona, he tenido que sanar muchas cosas y aprender de ese lugar donde nunca quisiéramos haber tenido que estar, pero que, a veces, nos toca transitar para salir transformados en todo sentido. Hay una palabra que quizás puede resumir lo que me ha regalado mi caminar junto al Señor, una palabra que recojo como fruto de este transitar: Dicha.

No se puede amar a quien no se conoce. No se puede contemplar la plena belleza de un amanecer, si no hasta haber tenido una experiencia de contemplación. No se puede conocer los trucos de un arte, desarrollarlos y volvernos expertos más que por la práctica cotidiana. Podría seguir dando ejemplos de lo que intento expresar. Pero vuelvo a encontrar hermosamente en la poesía y la música lo que quiero decir. En la canción llamada “Todos los días un poco”, de León Gieco dice:

Si una estrella más cayó,

este cielo llora,

si nadie reclama luna y luz,

este mar ya se secó.

Si un beso es uno más,

esta boca espera,

si una campana no suena,

el silencio se durmió.

Llaman y llaman,

las flores al sol,

juegan y juegan,

todos los días al amor.

Si no me llamas,

como hace la flor,

te iré olvidando,

todos los días un poco.

Si otro árbol desnudó,

el verano muere,

si nadie le exige al viento,

esta nube aquí paro.

Si un año más pasó,

la vida es más corta,

si no sacudes al tiempo,

ni un intento queda en vos.

Llaman y llaman,

las flores al sol,

juegan y juegan,

sin pensarlo al amor.

Si no me llamas,

como hace la flor,

me iré muriendo,

todos los días un poco.

Es muy linda la dicha que sentimos cuando compartimos con los que amamos, y reímos y gozamos del encuentro. Y siempre nos quedamos con deseo de más. Volvemos a ponernos nuevamente en marcha para que se repita. Es muy linda la dicha del encuentro de dos seres que se aman.


¡Que el discernimiento ponga palabras encendidas de anhelo en nuestro corazón por una vida llena de Vida en abundancia! Tanto para los que ya hemos compartido de la compañía de Dios, como para los que aún no conocen de su dicha. Amén.

 
 
 

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