UNA IGLESIA DISCAPACITANTE ES POSIBLE (DE HECHO EXISTE)
- IEBC
- 3 dic 2022
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POR LORENA JUÁREZ

En estos días tuve oportunidades de seguir pensando sobre cómo Dios puede amarnos y seguir disfrutando de su bondad, aun en las situaciones que son consideradas adversas.
Hace algunos años, junto con mi familia, nos tocó vivir dos pérdidas muy grandes, fueron tiempos dolorosísimos y de desconsuelo. Necesariamente eso nos llevó a repensar nuestra fe, a mirar a Dios de una manera diferente y a sentir que no importa la edad que tengas, todavía necesitamos crecer en estatura, sabiduría y gracia.
¿Acaso debemos tocar fondo para sacar conclusiones como estas? No, no lo creo, pero en mi caso personal ayudó significativamente porque ya tenía preguntas (como todos) sin responder, y ciertas cosas que no me quedaban claras, pero que por fe y obediencia, seguía creyendo.
Muchas iglesias (me van a perdonar la comparación), así como muchas telenovelas, nos han presentado una vida bastante irreal, llena de mentiras, de fachadas bellas, pero con interiores derrumbados. También ideales de éxito, perfección y eternidad mundana. Así mismo, nos han enseñado y hemos elegido creer solamente en un Dios que todo lo puede (¿qué significará eso?) y que también me hace todopoderosa.
Oremos: Dios Santo, Majestuoso, Altísimo, Victorioso.
Si nuestro vínculo con Dios se construye con ese recorte de Su persona, al vivir nos sucede la vida, y en algún momento caemos en cuenta que, aun creyendo en un Dios así, podemos ser infelices, que nos podemos enfermar y que, incluso, podemos morir. Entonces la vida con “lucecitas montada para escena”[1] se destruye frente a nosotros y con ella, nuestra fe.
¿Cómo miramos al que enferma? ¿Qué pensamos de la persona que tiene una discapacidad? ¿Qué oportunidades hay para quien duda?
La iglesia que olvida que Dios escogió ser niño o nacer en un pesebre, se expone a mucho dolor y desesperanza, y llevará mucho dolor y desesperanza para quienes viven la vida tal y como es.
Recuerdo mucho a Bartimeo. Aprecio tanto que Juan el evangelista haya puesto esa narración para bendecirnos con esa mirada del Señor tan íntima, tan real y pertinente para todos los tiempos[1]. Pero también me entristece notar que la mayoría de las veces es leída con ánimo de valorar excesivamente lo sobrenatural. Al proyectar tanta luz en el “milagro”[2] de la visión otorgada, dejamos en penumbras toda la implicancia del impacto de Jesús en la vida (toda) de Bartimeo.
¿Quién puede dudar que la vida de este hombre tuviera grandes complicaciones?
Sin trabajo, teniendo que mendigar, sin una familia que lo acompañe, ignorado por su comunidad y claramente considerado pecador.
No creo que solo la ceguera pueda llevarnos a una situación de vida similar, es más, si recortamos esta frase resaltada, muchos/as podríamos identificarnos con ella, aun siendo videntes[3].
Encontrarse con la mirada de Jesús significó para él la sanación de su vida. Se encontraron para llegar a lo intimo de su ser, porque Él sabía que su integridad estaba siendo discapacitada[4] por una sociedad cruel en su indiferencia y exclusión.
Oremos: Dios niño, Migrante, Cercano, Tierno.
La vida de Bartimeo me enseña que aun recuperando la visión, iba a seguir teniendo una vida real, con problemas como todos, pero con el impacto del Maestro en su ser para la restauración e inclusión en la comunidad, eso es la sanidad.
Una comunidad puede “dejar discapacitada” a quienes evidencian la supuesta debilidad de Dios. Pueden ser el que no se cura, la que es usuaria de silla de ruedas, el que habla con sus manos y tantos otros.
Una iglesia que nos enseñe que la bondad de Dios está en su compañía diaria, que nos permita entender que aquello que no tenemos o perdemos no tiene que ver con un Dios todopoderoso que me abandona, que sea una iglesia fiel a lo que Jesús nos enseñó.
Mis primeros alumnos en un Centro Educativo Terapéutico (CET), allá por el año 2000, confrontaron en mí a aquella persona que estudió para ser docente del área especial con la mujer que aún no había entendido en profundidad la bondad y el amor de Dios. Yo solo veía imposibilidades, imperfecciones del cuerpo, secreciones impropias. Pero un día miércoles alguien oró por mí, no como yo hubiese querido:
Oremos: “Señor, que esos niños te vean a ti en ella (en mí) y que ella (yo) pueda verte a ti en esos niños”.
Como comunidad de fe, todavía tenemos que seguir creciendo en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los seres humanos[5], todos ellos.
[1] Tomada de la canción La Maza.
[2] Juan 9
[3] Entre comillas porque el texto bíblico no habla de milagro.
[4] Que puede ver con sus ojos
[5] provocar una discapacidad
[6] paráfrasis de Lucas 2:52
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