VOLVEREMOS A CONFIAR
- IEBC
- 1 dic 2022
- 3 Min. de lectura
POR CAROLINA GARCÍA

Hay muchas situaciones en estos días de pandemia que nos pueden hacer recordar la importancia y fuerza de la confianza para estar bien, para vivir. Ahora tomamos una serie de medidas que le dan un giro a esos pequeños actos cotidianos de confianza. Las precauciones ya las sabemos: lavado de manos, distanciamiento de al menos metro y medio, uso de barbijo y nada de reuniones masivas o estancias prolongadas en espacios cerrados. Pero en lo que quiero poner la atención es en el antes. En eso cotidiano que muchos llaman ahora “normalidad”.
Cuando nos subimos a autobuses con muchas personas a bordo, a veces, a reventar. Cuando nos acercamos al extraño de la calle para preguntar cómo llegar, a donde queremos llegar. Cuando entramos a un comercio, algún lugar donde venden comida, a la panadería, el bar o el kiosco. Cada vez que nos reunimos como congregación, cada vez que llegamos a una casa o lugar que no es el nuestro. Todas esas veces, de varias maneras, confiamos. Y confiamos sin pensarlo.
Confiamos en los procesos técnicos: que el chofer del bondi o el subte es capaz, que no se va a estrellar, que no le va a dar un ataque al corazón, que no es un criminal. Confiamos en el cocinero, el panadero, la enfermera en el hospital, las personas de limpieza de cada lugar, todas personas anónimas que probablemente nunca conocimos. Subimos al bondi con la expectativa de que la gente a nuestro alrededor no es dañina. Caminamos en la calle con confianza de que el extraño no va a querer más que seguir su camino. Que el lugar donde vamos a comer o nos van a atender la salud, en efecto, es saludable. Hemos dado por sentado una serie de cuidados básicos que no son más que expresiones de confianza. No se diga de subir a un avión, a un barco, o a la mesa del quirófano.
Ese tipo de confianza que ni siquiera fue tan intencionada, en la que nunca pensamos, ya fue interrumpida. El virus se metió en el camino. ¿Volveremos a confiar? Sostengo que, en mayor medida, no hemos dejado de confiar. Seguimos teniendo ese tipo de actos, pero de otra forma. Y cuando se encuentre una vacuna, tratamiento, o simplemente no se le ponga atención, volveremos a confiar y a hacer las cosas que necesitamos hacer en sociedad, en contacto con los demás. Porque lo necesitamos, porque es nuestra salud y tal vez, una de nuestras fuerzas como seres humanos.
Ya ocurrieron otras pandemias. Otros virus interrumpieron antes los hechos cotidianos cargados de confianza. Otros actos, incluso más atroces, irrumpieron antes en la historia: las guerras mundiales, los desastres naturales, los genocidios. Y siempre, después de todos y cada uno, vuelve a surgir esa confianza básica para poder estar y transcurrir uno con el otro.

De esta recurrencia, de esta capacidad que ya podemos observar en la historia, nos queda preguntarnos como seguidores de Jesús de Nazaret, cómo podemos cuidarnos unos a otros, cómo podemos crear expresiones de amor y ternura que vayan más allá de la circunstancia y sobrepasen a cualquiera de los actos cotidianos. A final de cuentas, la victoria que tuvo Jesús sobre el mundo es la fuente de una confianza más fuerte que la necesaria para vivir en sociedad. Confiamos porque creemos en quien venció al mundo.
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