top of page
Buscar

Y VIO DIOS QUE LA OSCURIDAD ERA BUENA 

  • IEBC
  • 3 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

POR LORENA JUÁREZ

ree

La luz y la falta de ella pueden ser cruciales en nuestras vidas. Durante las infancias, en las situaciones cuando no hay luz, puede aparecer el temor a lo desconocido, a lo que no vemos y que puede estar allí como amenaza. Es en esos momentos cuando nuestros otros sentidos entran en acción, desafiándonos a reconocernos, reconocer nuestros entorno y todo lo que hay en él. Incluso en la vida adulta puede que exista el temor a la ausencia de luz, transformada desde nuestras racionalizaciones, pero presente en diversas circunstancias del diario vivir.

Los seres humanos somos primordialmente visuales para casi toda nuestra vida cotidiana. En lo que hacemos o dejamos de hacer está involucrado el sentido de la vista, y con ella la necesidad de la luz para ver. Dormimos con los ojos cerrados y dejamos de vivir, cerrándolos.


En los relatos de la creación, la luz y la oscuridad son tomadas como expresiones antagónicas para una primera separación y organización del caos. Se exalta la luz como algo bueno que agradaba a su creador. Sin embargo, la oscuridad no fue desechada, sino que desde un segundo lugar, si se quiere, forma parte de toda la creación, de la vida, de nuestro mundo. La oscuridad, así como el color negro, simbolizan para algunas culturas como la nuestra, lo oculto y lo desconocido e incluso lo negativo y maligno. Muy difícilmente podemos imaginar el versículo de Génesis decir:

“Y dijo Dios: Sea la oscuridad: y fue la oscuridad.

Y vio Dios que la oscuridad era buena:

y apartó Dios la oscuridad de la luz”.

¿Qué sería de la luz sin la oscuridad? Pues, no lo sería.


La vida de muchísimas personas con discapacidad visual y también muy dichosas en sus vidas, no siempre encuentran en los relatos bíblicos oportunidades para entender la falta de luz como un don. Las lecturas homogéneas que realizamos en diferentes espacios religiosos, académicos o cotidianos, no nos permiten “ver” a la oscuridad como parte de la vida o de la plenitud de la vida.


Vale destacar que alguna oscuridad también puede aparecer de manera temporal en la vida de toda persona: no encontramos el camino o no lo entendemos, quedamos en pausa con proyectos, etapas que necesitamos cerrar los ojos y descansar, miedos recurrentes, etc.

El teólogo australiano John Hull quedó ciego en la vida adulta, y luego de un largo proceso de aceptación y acomodación a su nueva situación, encontró a Dios en la oscuridad. Escribió su libro Dios ciego, Biblia ciega (2007), donde desplaza el centro de percepción de la vista al oído. El resultado es una nueva interpretación que comparte con sus lectores, planteándoles múltiples desafíos en historias que pueden parecerles, quizás, tan conocidas, pero que se les presentarán llenas de detalles en los que nunca antes habían reparado. Su esposa, quien vivenció todo ese proceso junto a él, contó: “Sí, él es vulnerable, pero paseando con su anciano padre, al que llevaba años sin tratar en persona, se asombra al notarlo «lento, frágil». Al nacer su quinto hijo, al que nunca verá, lo huele, lo acaricia… y comprende también su belleza frágil. Belleza y verdad en los débiles de este mundo. Todos somos frágiles. Y en cierto sentido, todos somos ciegos”.

Tal vez si dejáramos de pensar en la oscuridad como el lugar del mal, tal vez sea revelada la idea de comprenderla como una nueva oportunidad de aprender y encontrar el sentido que tiene también la luz.

La luz creada, aquella en la que Dios encontró satisfacción, fue la que llamó día. La bendición de la luz que expone ante nosotros el mundo creado para los seres humanos. ¡Pero cuántas nuevas luces creadas por nosotros mismos pueden ocultarnos la oscuridad y hacer de cuenta que no existe! El día y la noche son ciclos naturales que, incluso, definen ciertos procesos metabólicos de los seres vivos, cuando engañamos a nuestros ojos con luces artificiales como las luces azules actuales, presentes en luminarias y en dispositivos móviles, hacen que el organismo tenga la misma sensación de mantenerse despierto, aunque sea de noche. La oscuridad como creación divina, no solo es parte de las horas del día, sino también de momentos de la vida misma que se presentan con el inicio de un atardecer. Ignorarla, ocultarla o simplemente temerle, nos quita la preciada oportunidad de aprender y, en consecuencia, de crecer. Gracias Señor, por tu hermosa creación. ¡Qué tu amor y bonanza nos acompañen en la luz y en la oscuridad de cada día!

 
 
 

Comments


bottom of page